Qué duras palabras cuando alguien no quiere jugar contigo o no te dejan jugar en ese grupo que parece estar divirtiéndose tanto. A quien no le ha pasado en su infancia, e incluso de mayor se ha sentido rechazado por una persona o incluso un grupo. La única diferencia es el contexto y las respuestas que se dan.
La respuesta en la situación adulta suele ser más sutil, salvo en casos extremos, porque hemos desarrollado herramientas para adaptarnos a una sociedad en la que no está bien visto que manifestemos el "no" tan abiertamente como lo hacen las criaturas. Por ello, debemos reflexionar un poco sobre cómo acompañar estas situaciones siendo tanto familia como profesional de la educación, para que el niñ@ no solo sepa tolerar esas emociones que pueden surgir como tristeza, frustración o enfado, sino para que sirva tanto para ayudar al conocimiento de un@ mism@ como para el fortalecimiento de la autoestima.
Una de las acciones que como adult@s solemos llevar a cabo cuando una criatura le dice a otra que no quiere que juegue con él es la de obligarle, directa o indirectamente, quizás proponiéndole opciones de juego para que logren llevar a cabo una experiencia lúdica lo más satisfactoria posible para ambos. En este caso, si nuestro estilo de crianza está dentro de una mirada respetuosa, probablemente nos remueva por dentro "obligar" a que jueguen junt@s. Porque además la criatura interpreta claramente nuestra reacción a esa situación, por muy sutiles que seamos. Es decir, puede que no le diga directamente: "venga, juega con María anda", pero todo mi lenguaje no verbal está lanzando ese mensaje. Y si hay delante más gente, es muy posible que nos veamos llevados a manifestar esa desaprobación directamente con alguna palabra.
Desde hace unos años, me he encontrado este tipo de situaciones en aquellos lugares en los que he trabajado, y el enfoque y respuestas que se han dado han sido muy variadas. En la mayoría de los casos se permite que no jueguen si uno de l@s dos no está de acuerdo, pero en alguna escuela la postura no ha sido esa y se ha inducido a jugar, incluso proponiendo formas.
Yo, desde el principio siempre he tenido esta respuesta muy clara: siento que no debo forzar esta situación, y así he respondido en mis acompañamientos. Sin embargo, llevo un tiempo dándole vueltas a la cabeza al tema, encontrándome con frecuencia estas situaciones una y otra vez, como si la vida me estuviera diciendo: ¿estás segura? ¿esta es la respuesta que necesita la criatura?.
Y pensando en ello me ha venido a la cabeza que realmente nuestra labor como madres, padres, educador@s... es la de entrenar a la criatura para la vida. Y claro, en la vida a veces podemos elegir con quién jugar. Y en esas situaciones todo suele fluir, pero seamos realistas, hay muchas otras veces en las que tenemos que jugar con personas con las que no nos llevamos bien, nos cuesta entendernos, compañer@s de trabajo, amig@s, familia...
Por ello, y fruto de esas reflexiones (que aun continúan y continuarán), mi respuesta en estas ocasiones han cambiado. Ahora les pregunto si quieren buscar una manera de jugar junt@s y les digo que pueden intentar buscar una manera y que si no la encuentran ahora pueden jugar por separado, quizás en otro momento encuentren una opción o manera.
El acompañamiento a la infancia hace que estés en constante revisión de tus creencias, tus principios, tus valores. Porque lo más importante para acompañar a la infancia no es dar la mejor respuesta, sino hacerlo en coherencia con tus pensamientos, en coherencia con tu ser. Y para ello hay que estar en el camino del autoconocimiento: ¿quién soy yo?
¡Buen camino!