Las dos caras de la vida

Quiero hacer una aproximación y referir que, las dos caras de la vida placer y
dolor van de la mano, son parte de la misma moneda. El doctor Antonio
Damasio(2009), las denomina emociones de fondo; el bien-estar entendido
como el placer que se experimenta cuando se siente gozo, cuando lo que se
hace, se siente, se piensa y se necesita corresponde a la etapa de la vida, que
nos lleva a un estado de armonía interior. El otro lado, el no-estar bien, sentir
frustración, ansiedad, angustia, provocado por una insatisfacción de una
necesidad, son expresiones de mal-estar, estas señales nos informan que
algo no anda bien, que hay tensión y al mismo tiempo evidencia un dolor
interno en el organismo, que es un aviso de que algo nos está dañando.

Desde que nace el ser humano pasa por vivencias se quiera o no,
dolorosas y placenteras, inclusive desde cuando se está en el vientre
materno; por el hecho de compartir las membranas físicas y emocionales, la
criatura vibra con el corazonar de la mamá -con sus alegrías y frustraciones-.
Asimismo el desapego es una experiencia intensa, cuando se pasa de un
medio acuático a uno aeróbico; el/la bebé experimenta la sensación de morir
y nacer; a esto se suma, el corte del cordón umbilical -herida primal-
confirmándose la individualidad, tanto de la criatura como la de su
progenitora que, al mismo tiempo que, son seres autónomos son seres
dependientes, porque cuando nace está indefenso aunque está provisto de potencialidades por activar, sin la protección de su progenitora estaría en
riesgo su sobrevivencia.

En las condiciones descritas el/la bebé necesita amparo, cariño y la señal
de que es acogido y bienvenido a este mundo. Por lo tanto, existe cada vez
más conciencia y necesidad de un parto humanizado para recibir a la
criatura recién nacida, que sea con base en la empatía y la calidez del
ambiente al que llega, de esta manera se evitarían traumas o experiencias
innecesarias. Del mismo modo acoger a la madre, para que ella sienta
confianza y logre transmitir este estado a su hijo o hija.

En otras ocasiones he mencionado que, en la primera infancia la
interacción es en función de la percepción de los estímulos del medio por
parte de la criatura que lo hace de manera impulsiva y espontánea, lo que le
permite dar-se a sí mismo satisfacción; es él o ella quien mediante su
actividad propia que se hace feliz.

Por lo tanto, la felicidad es un estado y es una consecuencia del trato
amoroso -contacto físico-, del respeto a su autonomía -libertad- por parte de
los miembros del entorno social al cual se pertenece -familia-; que lo lleva a
sentir autoestima, autoaceptación, que nutren su fuerza interior y que lo
empodera para la auto-satisfacción de sus necesidades de sobrevivencia y de
realización personal.

Entonces, ¿cuándo surge la frustración? En el afán de acercarme a la
comprensión de estas dinámicas, expongo que tal vez sean, una expresión de
un cúmulo de vivencias inadecuadas que están guardadas. Arthur Janov en
su obra el Grito primal (1970) a, "las experiencias acumuladas que el organismo
no ha integrado a su estructura interna" las denomina "pozo de dolor".

Imaginar que la mínima situación en el presente, podría ser - la gota que
desborda el pozo y, que comúnmente se conoce con la frase; "la gota que
derrama el vaso"; que bien sería la explicación del por qué, en situaciones
inesperadas -"que no eran para tanto"- fueron las desencadenantes de una
crisis que termina en llanto, gritos, suspiros o, una catarsis que toma su
tiempo autorregular las emociones. También puede ser un indicador o, la
razón por la que se revive o se re-conecta con dolores antiguos o presentes,
que el niño, niña, joven y adulto no necesariamente está consciente, pero que
le conecta a sucesos que son parte de su historia.

Me aproximo a decir que, no siempre una manifestación de frustración,
berrinche, pataleta o, un desahogo emocional profundo correspondan a la
situación del momento, sin descartar esta posibilidad. También podrían ser
experiencias traumáticas que el organismo ha registrado y ha guardado
hasta encontrar una salida para integrarlas.

Ahora bien, comprender los procesos de dolor, es como si entrara un rayo
de luz por la ventana a un cuarto oscuro, en el que no veíamos lo que
buscábamos. Esta imagen ayuda a ilustrar que, si buscamos y nos
conectamos de corazón con la otra persona, es posible que salga a la luz su herida, entonces es posible que estemos próximos a reconocer la causa de su
dolor y de paso aceptar sus reacciones.

En el caso de lo que conocemos "como sufrimiento" (que no es lo mismo que
el dolor), porque es un estado mental, son las ideas de lo que creemos que nos
pasa, los argumentos que damos al dolor que sentimos y, que podrían estar
sobredimensionados por nuestra imaginación y por la necesidad de atención
que no se desmerece y tampoco se juzga.

Por lo tanto, reconocer la naturaleza del dolor, y de paso saber que, el ser
humano posee recursos naturales para autorregularse, es aceptar que las
herramientas de autoayuda están en nuestro interior, que es parte del bagaje
- dones- con los que venimos. Un regulador auténtico, es el llanto de
desahogo, recurso formidable para aliviar dolores antiguos y actuales. Esto
implica acoger a nuestros hijos, hijas, parejas, familiares y amigos, etcétera;
cuando lloran y aceptan su corazonar, sea de alegría, tristeza, rabia, celos y
frustración. Se aclara que cualquier expresión es el mejor estado del ser.

El llanto permite lavar las toxinas emocionales. La vida en su sabiduría nos
ha dotado de este recurso formidable para autogestionar las emociones y
estar disponibles para tomar contacto con las demás personas.

A veces pueden surgir situaciones de la infancia que estaban estacionadas
esperando la oportunidad para salir. Cuando esto sucede es posible que nos
haga sentir algo raro, porque se llora desconsoladamente; a veces hasta sin
aparentes motivos, lo que deja la interpretación que, a veces se llora por lo
que no se ha llorado. ¡Y resulta en un gran alivio!.

Por el contrario, una pataleta, berrinche, un llanto sin lágrimas pudieran ser
expresiones de manipulación que, es posible diferenciar cuando es un llanto
auténtico y cuando es un llanto manipulativo. Sin embargo en ambos casos
se está disponible, para acompañar con sinceridad, si lo permite de cerca o
sino tomando distancia sin perderlo de vista. Asimismo evitar en lo posible el
aislamiento en su cuarto, porque la vivencia que sentirá es posible que lo
conecte con el sentimiento de abandono.

En esta cuarentena ya sentimos en carne propia que, un confinamiento
obligatorio produce múltiples sensaciones -angustias y miedos-. Tal vez ahora
podremos entender que, con el afán de educar a los hijos e hijas cuando "se
portan mal", enviarle a su cuarto, no es la manera adecuada de
acompañarlos; porque significa, no es estar ahí, no acompañarlo, en cuyo
caso tiene la vivencia de abandono. Entonces activa el sistema de defensa,
debido a esto dedica gran parte de su energía para autoprotegerse, porque
su prioridad es la sobrevivencia, dejando de lado la creatividad y la
autorrealización.

Enhorabuena que en tiempos de crisis aprovechemos cada momento para
acompañarnos a llorar, lo que no se ha llorado.

Esperanza Chacón

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