Reconozco que hace unos años no me daba ni cuenta de esta
cuestión. Recuerdo perfectamente lo tierno que me parecía cuándo escuchaba a
los adultos dirigirse a los bebés especialmente con sonidos, diminutivos y
sustitutivos de palabras del tipo de “gugugugu”, “holaaaaa chiquitín”, “¿quieres
el trenecito?”, “hoy hay para comer chicha”, etc. Pensaba que al adulto se le
caía la baba, que era puro amor lo que transmitía con esas palabras (muchas
veces acompañadas de gestos con similares características.
Actualmente, y después de la experiencia que me ha aportado
mi vida profesional, soy muy consciente de que el amor se transmite de
muchas otras maneras, en resumen: simplemente acogiendo, consolando y
escuchando conscientemente a la criatura. Todo ello rodeado de un halo de
respeto.
Y es que le hacemos un flaco favor al niño o niña cuando
hablamos de esa manera tan infantilizada. Creo que basta con ser conscientes de
que la criatura, especialmente hasta que comienza a hablar, es una auténtica
esponja en cuanto al lenguaje se refiere. En esos momentos se encuentra
observando y asimilando en su cabecita toda aquella comunicación que se está
produciendo a su alrededor (no solo la verbal, dicho sea de paso). De hecho, en
su libro “La mente absorbente”, María Montessori destaca que es tanta la
absorción que realmente las estructuras cerebrales que se están formando lo
están haciendo según todo el contexto que rodea al pequeñ@.
No olvidemos que somos ejemplo a seguir para todos las
criaturas con las que nos topamos, como padre o madre, familia o profesional de
la educación. Y lo mejor de todo es que, seamos o no conscientes de ello, los
niñ@s nos copian constantemente. No pequemos de ilusos pensando que porque es
un bebé que no habla no se está enterando de nada, porque sí que se entera, si.
¿Cómo hablar entonces a los niñ@s?
Pues realmente de manera muy fácil, como si hablásemos con
un adulto, de forma natural. Pensemos en cómo queremos que ellos lleguen a
hablar. No digo que empecemos a usar un listado de vocabulario específico que
dificulte la comprensión de la oración. Pero si digo que incluso no evitemos
ciertas palabras porque pensemos que no nos van a entender: podemos usarlas y
quizás por contexto ellos extraigan conclusiones. Con más años, serán capaces
de preguntarnos verbalmente por el significado de tal o cual palabra y en ese
caso podemos ofrecerle sinónimos o explicárselo con palabras más sencillas y
asegurarnos de usarlas en distintas ocasiones para que poco a poco vayan
comprendiendo su uso.
Muchas veces observo la cara de los niñ@s cuando se les
habla como si no se enterasen, como si hubiese que repetirles las cosas 20
veces porque su diminuto cerebro no lo ha comprendido, porque, claro, son
pequeños (te han escuchado y la mayoría de las veces lo han entendido, pero no
lo quieren hacer por otros motivos) y se puede fácilmente adivinar que se
sienten mal, ofendidos, lo captan, entienden que crees que no están
comprendiendo, que no confías en su entendimiento, pero sí lo hacen: no les subestimes.
No dejéis de reflexionar sobre el lenguaje que usáis con
vuestras criaturas, es un gran regalo que les estáis haciendo.
Un fuerte
abrazo y a seguir disfrutando del verano.