A tod@s nos resuenan frases en la cabeza tales como…¡ten cuidado!...¡te vas a caer!...¡no te subas ahí arriba!...¡baja de ahí ahora mismo!
Y ése ha sido el acompañamiento que hemos tenido la mayoría de nosotr@s cuando sentíamos curiosidad de pequeñ@s por subirnos a las alturas, a los árboles, a una escalera o a cualquier superficie que pudiéramos.
Aunque en un primer momento sintamos la necesidad de buscar culpables, no tiene sentido hacerlo. A nuestros padres o madres se les acompañó del mismo modo y probablemente sucedió lo mismo con nuestros abuel@s y bisabuel@s. Y es que, además de los genes, heredamos muchas otras cosas de nuestros ancestros que a priori pueden pasan mucho más desapercibidas por delante de nuestra consciencia.
Como familia lejana de los primates que somos, sentimos la necesidad desde bien pequeñ@s de subirnos a los árboles y colgarnos de todo aquel sitio que podamos. Ya de adultos parece que vamos olvidando ese impulso a favor de otras obligaciones diarias, poco a poco y a lo largo de los años nos vamos desconectando de nosotr@s mism@s.
Cuando un niñ@ intenta subirse a un árbol, por ejemplo, lo hace porque siente una necesidad interior que necesita satisfacer. Si no se satisface, estará siendo privado de esa conexión consigo mism@ que poco a poco irá disminuyendo. Si se permite pero se le dan mensajes orales y corporales de tensión y miedo a la altura, poco a poco irá integrando ese miedo y le impedirá alcanzar nuevos retos.
¿Cuál es la clave entonces? ¿cómo acompañar esa situación en la que nuestr@ peque se sube a un columpio o árbol de altura para no transmitir miedos adultos pero que pueda hacerlo en situación de seguridad?.
Ahí es donde entra en juego el arte del acompañamiento respetuoso. Es recomendable que la criatura perciba que está acompañado por alguien que se siente cómodo en esa situación, si sientes que eso no es posible cuando estás tú acompañando es mejor que pidas a otra figura adulta de referencia del niñ@ que lo haga por ti y tú retírate de la situación.
Es importantísimo acompañar este tipo de situaciones con una postura física relajada pero a la vez muy atenta y presente a cómo va subiendo con sus pies y manos, observando desde muy cerca y con plena consciencia del momento.
En cuanto a los mensajes verbales que pueden emitirse destacan palabras como “sube hasta dónde tu te sientas segur@”, “atención a tus pies y tus manos”, “estoy aquí contigo”, “puedes bajar cuando tu desees”, “estoy aquí si necesitas mi ayuda”, etc.
Un factor a tener en cuenta es que la mayoría de las caídas suceden porque l@s adult@s elevamos a las criaturas desde bien pequeñas a lugares donde no suben por ell@s mism@s. Por ello, es más fácil y probable que se produzca una caída. Si permitimos que suban solo a aquellos lugares donde ell@s alcancen, se minimizan enormemente las caídas y además permitimos que sean conscientes en todo momento de su cuerpo y de su seguridad en la situación en la que se encuentren.
Otro beneficio de acompañar de este modo estos momentos es que el niñ@ conecta con sí mism@ y se hace consciente de cómo se siente y de si es o no segura la situación en la que se encuentra, sin que dependa de otra persona.
Confiemos en la criatura y ofrezcámosla situaciones seguras donde puedan alcanzar sus retos, sus metas, su autoestima se verá reforzada.
