En la primera infancia el aparato respiratorio se halla en proceso de desarrollo y terminará de madurar durante los primeros años de vida del infante. De hecho, las costillas de los niños y niñas tienen una forma más horizontal que las de las personas adultas, lo que provoca que su diafragma esté más plano y que no presente la forma de cúpula característica de la adultez.
Desde la educación y la crianza podemos ayudar a que esta maduración se produzca de manera correcta, sin acelerar o forzar el proceso, pero teniendo la suficiente estimulación para que se alcance un óptimo estado. Además de las consecuencias fisiológicas de un aparato respiratorio inmaduro, debemos tener en cuenta las que pueden llegar a afectar a otros procesos más complejos como el desarrollo del lenguaje.
Practicar el soplo en los más pequeños hace que se estimulen los órganos implicados en el habla y se produzca una mejor pronuncación, entre otros beneficios. Por ello, os queremos dar ideas para trabajar el soplo desde lo lúdico, sin forzar, en un entorno cotidiano, relajado y natural. Es muy importante que así lo perciba la criatura para lograr un máximo beneficio y ninguna frustración. Además, son momentos en los que se estrechan vínculos entre las personas.
-Hacer carreras de objetos ligeros que se puedan mover con el soplo, a través de pajita o directamente desde la boca.
-Soplar molinillos de viento.
-Meter bolitas de poriexpán en una bolsa de plástico e introducir en ella una pajita que sobresalga de la bolsa y por la que podamos soplar. Parecerá que está nevando!!.
-Intentar soplar una vela encendida suavemente: que baile la llama pero que no llegue a apagarse.
-Usar pomperos para crear burbujas.
-Poner un poco de pintura líquida sobre una cartulina blanca, puede ser de distintos colores mejor, y soplarla con una pajita para crear una obra de arte abstracta.