Lo que me enseñó un vencejo


Hace un par de días he tenido la experiencia de cuidar a un joven vencejo que fue encontrado tirado en el suelo. Suponemos que habría caído de algún nido, ya que con las altas temperaturas suelen tirarse para evitar morir por el calor que se concentra en él. Aún con plumón, están empezándole a salir las plumas ya.

Y en dos días he tenido una lección de vida y un aprendizaje que quedará siempre en mí y que es incomparable a cualquier aprendizaje que pueda llevarse a cabo exclusivamente a través de los libros.

Lo primero que tuve que hacer fue buscar información sobre cómo cuidarle y darle de comer/beber para intentar mantenerle con vida el tiempo que estuviera conmigo antes de llevarle a un centro de recuperación de aves.

Debido a una necesidad real, me vi motivada a investigar, descubriendo que son estrictamente insectívoros, que llegar a volar hasta 9 meses seguidos, capaces de comer y dormir en pleno vuelo. Una maravilla de la naturaleza. 

Ante la necesidad de tenerle en mis manos, tuve que aprender cómo cogerle sin dañar sus frágiles e importantes alas. Un daño así podría ser nefasto para él, sin poder volver a una vida salvaje y libre. Eso me exigió empatía, que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, en este caso de un ser vivo distinto al ser humano que no expresa sus necesidades de forma verbal.

Se ha producido en mí un aprendizaje experiencial de carácter emocional, uno de los mejores aprendizajes que se pueden llevar a cabo en cualquier persona, bien sea criatura o adulta. El motivo es que nunca se olvida, al tener impacto emocional (en este caso de carácter positivo). Queda siempre en nuestro registro, forma parte del ser del aprendiz.

También he podido comprobar de primera mano algo que ya sabemos en Aprendiendo Educación y en cualquier educación, crianza o pedagogía consciente. El mejor libro de texto es la naturaleza. Nuestro medio natural por excelencia es la propia naturaleza, es el mejor ambiente preparado y dispuesto para que se den los mejores aprendizajes. Nuestra labor como docentes, familia u otro tipo de acompañantes, es precisamente la de acompañar aprovechando esas oportunidades de aprendizaje, acercarlas y facilitarlas a los aprendices. Nunca debemos distorsionarlas o interferir en ellas para lograr nuestro objetivo. Debemos ser conscientes de que en muchos casos el adulto puede llegar a impedir que se produzcan aprendizajes valiosísimos solo por anteponer necesidades adultas.

Otros aspectos que he practicado han sido la paciencia y el desapego. No sé si alguna vez habéis tenido la experiencia de dar de comer a un vencejo, pero en cautividad suelen negarse a la alimentación frecuentemente. Es necesario pasar mucho tiempo con el insecto o el tenebrio (un tipo de larva de escarabajo) cerca de su pico, rozándole, porque en cualquier momento puede decidir abrir su gran "boca en forma de embudo" y debemos aprovechar a introducirle suavemente la comida. Esto se produce cuando le damos de comer de manera "artificial" en un entorno distinto al de su nido, con unas manos humanas, etc. Suelen estar alterados y nerviosos y por ello se niegan a abrir el pico con mayor frecuencia.

Por otro lado, es fácil encariñarte con un ser que inspira tanta ternura, que es tan frágil y dependiente de tí para sobrevivir porque su madre no está. Ha sido difícil reconocer que en mis manos, por mucho que yo pusiese todo de mi parte, tenía menos posibilidades de sobrevivir que en un centro especializado en recuperación de aves. En este tipo de sitios, que durante los meses de mayo, junio y julio suelen estar hasta arriba de trabajo, hay personal y voluntarios que tienen experiencia, recursos y formación. Dentro de nosotros suele haber un instinto de protección del más débil, desarrollado en mayor o menor medida. Bajo mi punto de vista, es una cualidad muy necesaria en la sociedad en la que vivimos, indispensable para nuestra supervivencia como especie.

Espero que os haya contagiado un poco la alegría y el agradecimiento por haber podido vivir una experiencia tan valiosa para mí. Gracias también a la asociación Proyecto Alegría Animal, quienes dedican su tiempo y esfuerzo a la mejora del bienestar animal de gatos y de toda aquella necesidad que va apareciendo por el camino, como en este caso el vencejo "Pepe". Y a la asociación Brinzal, esas manos expertas y voluntarias que recogen diariamente aves heridas o caídas de nidos y les dan una nueva oportunidad. 

Y desde Aprendiendo Educación os animamos a que miréis con consciencia vuestro camino, a que no seáis meros espectadores y toméis participación activa en este mundo lleno de necesidades. Seréis ejemplo para vuestras criaturas, les proporcionaréis aprendizajes muy nutritivos y viviréis en primera persona experiencias valiosísimas.

Ojalá nuestro pequeño Pepe pueda llegar a volar en libertad.

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